lunes, 24 de agosto de 2009

Mi príncipe oscuro tiene un castillo

Mi príncipe oscuro tiene un castillo

En su castillo hay guardianes que cuidan mis sueños y él los comanda.
En su castillo hay una caja que deja escapar sus lamentos y él la acaricia y a ella le encanta. Es azul la caja y sus canciones de mil colores.
En su castillo prepara manjares para los amaneceres fríos y con ellos me calienta el ánimo y me contagia una sonrisa en los labios.

Hay un lecho en el que descanso con él a veces, a veces conversamos y otras nos miramos a los ojos riéndonos de todo, porque la vida es sencilla y cuando la desnudamos nos cosquillea bajo los pies, por eso nos reímos.

A veces en el lecho del castillo nacen árboles y flores y se ven volar peces y soles y se oyen susurrar los vientos del norte y nos llueven encima las nubes del sur.

En su castillo los muros están llenos de ángeles que viven con él y le revuelcan la ropa, y le ensucian el piso y le desacomodan las cosas mientras él está ausente. Los he visto.

Mi príncipe oscuro tiene un castillo en el que se resguardan sus días y a veces yo lo acompaño. Y aunque me gusta estar a su lado mientras la lluvia desbarata los nudos de silencio que se tejen en la ciudad, mi lugar favorito en su castillo son sus brazos y sus ojos que me arropan como la noche y sus labios de luna y su voz que me arrulla.

Mi príncipe oscuro tiene un castillo.

lunes, 3 de agosto de 2009

HOROSCOPO DE ALICIA PARA EL MES DE AGOSTO

Alicia sostiene su jardinera azul para que los vientos de agosto no la levanten.
Así como el ventarrón sacude las hojas de los árboles, golpea su rostro recordándole que la ciudad la extraña con algo de rabia.
Alicia volvió a su reino de ángeles olvidados, pero ha cambiado tanto…
Su corazón es como una estrella caliente que se expande y algún día quisiera explotar,
sus labios han florecido y se han abierto llamando a las abejas para que duerman en ellos,
mira más lejos, siente caminar por la baldosa a los minúsculos insectos que la visitan en las noches, aguzó el oído.
Agosto es la incertidumbre, como mayo y junio. Alicia solo presiente que eso que le ha venido creciendo en el pecho, ese fuego tenue que cada vez le abarca más arterias, empieza a descender hasta su vientre y al tiempo sube por sus brazos y su cuello hasta habitar en sus ojos.
Alicia tiene el fuego en las manos y se lo entrega a su príncipe porque no le gusta tener tanto de nada, ni siquiera de ese calor amañador que le está creciendo dentro.
El color de este mes para Alicia, el violeta
El número de la suerte, el uno
El elemento, el fuego
La virtud, la entrega
El defecto, la entrega
Lo que nadie entiende de su proceder, la confianza
Lo más arraigado en su proceder, la confianza
Lo más vulnerable, sus labios
Lo más deseado “sus” labios.

Velas rojas, luces rojas, fresas rojas, vestidos rojos, labios rojos...muchas velas rojas y muchas noches rojas huyendo del sueño.

domingo, 26 de julio de 2009

VIDA MARINA

Si el mundo marino se abriera bajo mis pies blanquecinos
y desde una caverna oscura el pulpo viscoso me llamara a abrazar su corazón de tinta,
escucharía el rumor de sus tentáculos que me abarcan rodeándome
e intentaría una muerte por ahogamiento.

Si no me atrapa la medusa
ni me rapta un corsario submarino cabalgando su caballito de mar
de cualquier manera presiento que me perdería en el fondo de tus ojos,
Aguas oscuras cuya corriente me atrae
Inevitablemente.

PEZ LEÓN

Por estas aguas nada el monstruo marino más hermoso y temido.
Aún no entiende por qué lo espero en el silencio,
tras corales de fuego y algas marinas
con el arpón preparado para atravesar su corazón caliente.

Aunque su piel ponzoñosa siempre espera la caricia tibia del agua
Se resigna al destino inyectando la muerte a su presa incauta.

Siempre estará solo el rey de los mares.

jueves, 2 de julio de 2009

Ausencia del príncipe de los andenes

Foker 100, sobrevolando Barrancabermeja

I. Rastreros
Apenas llego a nuestro reino puedo sentir el estremecimiento del aire. El viento está temblando, parece sentir al fin el frío que transporta.
Oigo el crujir de los esqueletos bajo mis pies, es nuestro ejército de insectos que te llama. Estrellan sus cuerpos contra las rocas profundas y se arrancan las corazas polvorientas ¿a quién servirán si no estás cerca?
Están tristes, perdidos, como si el alcance de otros días estuviera ausente de su mirada.
Las cabezas de las cucarachas, los pececitos de plata y los escarabajos se clavan en las profundidades del concreto, empiezan a lamer el tuétano reposado de las callejuelas antiguas. Nada los consuela, solo la promesa que les hago: volverá y seguirá reinando en silencio su propio reino y lo acompañaré con mi corte de olvidados y los saludaré a todos acariciando sus cabezas con la palma de mi mano, mientras que la otra se abre para él.

II. Voladores
Doy otros pasos más camino a mi lugar. Los árboles, los cables, las puntas de los edificios lucen extrañas. En el cielo revolotean nubes aladas y oscuras. Son los copetones, los colibríes, las abejas y las mariposas. Se estrellan unos con otros porque no recuerdan a qué voz responde su aleteo afanado, te extrañan.
Siento el reclamo en sus cantos agudos. No sé si lloran. Se cubren los ojos con las alas, sin embargo justo debajo de ellos, suspendidos en el aire, arrecia, se desgajan las nubes, se desata una tormenta.
Sus cantos me convocan, bato también mis alas; empiezo a llover.

III. Ángeles
Si algo no pueden hacer los ángeles olvidados es olvidar.
Allí están, en cualquier esquina, con los sueños mutilados y los muñones expuestos. Saturados de hollín en las pupilas y cubiertos de polvo: necios, resignados, hambrientos.
Los saludan mis ojos con esa tristeza resignada que me evocan, pero los suyos huyen a mi mirada.
Hay un pacto desde el principio del olvido en este reino: “nadie salvará a los ángeles de su olvido eterno”.
Solo tú mi príncipe adorado les pones una marca en la frente y al igual que yo, nombrándolos les das una dignidad muy íntima.
Me preguntaron por ti con ese cariño violento de las palabras callejeras. Se están acostumbrando a que los nombres; me piden que no te olvides de su actual apetito devorador de palabras pero sobretodo sus memorias sangrantes y sus dolores antiguos se avivan sin los trazos de tu mano.
-Recuerda- me dijeron, “Emisario de los ángeles”.
Que los pintes, pidieron sus voces alcohólicas que escuché como susurros mientras los perdía de vista.
Nuestro reino siente tu ausencia,
Nuestro ejército agoniza,
Las manos de esta princesa están intranquilas,
Ya tienes mi corazón.

jueves, 11 de junio de 2009

Palabras escuchadas de un ángel olvidado

Anoche mientras el sueño se metía bajo la puerta de mi cuarto y se estiraba como el humo ligero de un incendio silencioso, escuché a un ángel que se mudó conmigo susurrando las palabras que hinchaban sus labios antiguos como la lava a la montaña que la guarda.

Esto oí decir al ángel:

Noche amiga, regálame una ráfaga de aliento putrefacto para recordar los besos de una mujer que nunca amé,
Cobíjame con la piel de los lobos que te aúllan extrañándote, que estoy desnudo y tengo frío.
¿Acaso se ha detenido el gran poder a calentar mis alas con el fuego de su palabra?
Si me dijera ángel, si me pusiera un nombre, si sembrara en mi pecho un dolor que no fuera tan conocido como el que llevo en los ojos, si me clavara un rayo estruendoso en este cráneo de pétalos marchitos y me escupiera su condena para al fin morir, tendría una esperanza de mudar de traje, de abandonar las alas que me pesan como el tiempo.
Pero a cambio tengo esta angustia eterna de ver desvanecerse a los hombres que escriben mis palabras y detienen mi rostro en el lienzo.

El ángel pronunció mi nombre, lloró un mar y se esfumó en la oscuridad antes que lo pudiera consolar, o tal vez besarlo para conjurar su ausencia.

Un charco quedó humedeciendo el suelo tras mi puerta y por el corredor sus huellas se alejaban: eran tus pies.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Tú los ojos yo la boca.
Tú, párpado que abre la noche y la interroga
Yo, palabra que despierta y le susurra, la nombra.

Tú, la luz y la sombra
Yo silencio, cadencia de sonidos
Tú espía de paisajes clandestinos

Tú, viajero que recorre los andenes
Yo, escribano de tus viajes citadinos.

Tú, observador de estrellas moribundas
Yo, oráculo de su oscuridad en la palabra:

Avistas un cometa, lo recorro con mi lengua,
Atrapas una piedra, la bautizo con mi nombre,
Extrañas a la muerte, la convenzo de que duerma.


El mundo de los ángeles recuerda su olvido

Tus ojos los dibujan
Mis besos los condenan
Tus manos los atraen
Mi lengua los provoca
Tu lápiz los conoce
Mi lápiz los conoce

Tú mirada, yo beso
Un conjuro nos convoca.

domingo, 24 de mayo de 2009

Canto al Ángel olvidado

Un día el cielo rompió el silencio
y un ángel olvidado cayó sin remedio.
Era uno de tantos
Un triste ángel de alas nocturnas,
Condenado a vagar por la tierra
Presintiendo el amor tras las esquinas
Anhelando tenerlo, sentir un beso

Su condena era el olvido
Lejos de Dios y lejos del mundo,
Volando corto sobre los hombres
Sin poderlos tocar, sin ser nunca visto.

Hizo un nido de pájaros en mi buhardilla
Se consumió solitario bajo las piedras
Amigo de los gusanos, de los insectos
Ausente y triste como una grieta.

Llamó a la muerte, pero no vino.
Rompió sus sueños contra el pavimento
Me susurró al oído
y cercana oí su voz de viento,

le canto palabras a mi ángel perdido:

Ángel olvidado, ángel vencido
Conjuro mi oración mientras me arrastra el sueño

Ángel olvidado duerme conmigo,
Abrázame con ese olvido pesado que arrastras
y déjame cubrirte con el mío.

domingo, 17 de mayo de 2009

Carta prohibida al Ángel olvidado

Ángel que deseo:
Si el Dios que te desconoció te condenó al olvido, incluso ignorando tu deseo, yo, una mortal con alas de mariposa hambrienta, te comparto el ardor que me tortura.
Mi ángel, tu sangre me hierve en las venas. Mi cuerpo se desintegra con tu aliento moribundo y no puedo más que revolcarme en estas sábanas empantanadas de sudor y cerrar los ojos para no ver sobrevolar tu nombre.
Te metes en cada letra por mi boca. Abres suavemente mis piernas y hundes tu lengua de insecto prehistórico en mi.
¿Puedes sentir cómo mi cuerpo se deshace en fluidos blanquecinos que huelen a flores marchitas y dispongo mi esqueleto para que lo partas en mil pedazos, en migajas de recuerdos, en cristales de luz que mueren como gotas de agua que besan a la asustada llamita de fuego?

Mi piel que tiene una memoria de árbol antiguo, te invita a morir a su lado.

Ángel olvidado, ángel perdido, siembra tu sombra en mis labios, déjame probar nuevamente tus manos que me atraviesan como dagas, haz explotar tu soledad en mi boca, déjame dormir con el sabor de tu inmortalidad en la superficie de la lengua.

Ángel silencioso, susúrrame al oído tu historia; deja que conozca el interior de tus ojos, arrópame con ellos, levántame de este suelo tedioso y préstame tus alas negras para sobrevolar tu olvido y el mío: a veces tengo alma de hoja seca y me desintegro hasta desaparecer. Desaparece una noche más conmigo.

martes, 5 de mayo de 2009

ALTER EGO

A la princesa de los charcos

No soy Alicia, soy su sombra
Soy su soledad tras los párpados, soy su duda,
su temor de ser,
sus ojos condenados a morir ahogados en una lágrima que se desborda.

No soy Alicia, no soy Adriana, soy sus sombras.
Soy la silueta de dos fantasmas que alientan su ficción escupiendo en el papel.

No soy Alicia. Alicia no soy.
Soy la cicatriz de un nombre.

No soy Adriana.

Mis manos no son pájaros
Mis ojos no son pájaros
Mis besos no son pájaros
Mis pájaros no son pájaros.


No soy más que un ombligo desnudo, hondo, oscuro.
Un silencio que se pudre
No soy Alicia, no lo recuerdo.

Si no soy Alicia me quedo muy sola
Adriana, querida, invítame a pasear al mediodía.
No soy tu, soy tu sombra.

domingo, 3 de mayo de 2009

Horóscopo de Alicia para el mes de mayo

Alicia, tu jardinera azul está manchada de mangos, tu pelo ha crecido y se ha hecho oscuro. Amas los libros sin dibujos, te has hecho amiga de un ángel. En pocos meses tu país de maravillas dejó la ficción, ahora simplemente es el mundo de lo incierto.
No te importa caer en un agujero de oscuridad perpetua si vas acompañada del conejo del tiempo; no te importa no volver a tu casa de muñecas, a tus juegos, al té y las galletas de las cinco, a tu siesta plácida del mediodía. Quieres un poco de oscuridad en los ojos, quieres que tu espalda sea una noche estrellada y que el ángel la contemple y quiera besar tu luz.
Mayo trae lluvias y has perdido tu paraguas. Perdiste también tu parafuegos, tu pararayos, tu paravientos, tu paragolpes, tu parabesos, tu parasueños, tu paramiedos, tu paralabios, tu parapieles.
Prepárate para recibir el ardor del fuego en el centro de tu cuerpo, la centella que partirá tu soledad como a un árbol; déjate elevar sobre nubes de algodón por una ráfaga de viento, que su fuerza te golpee la tranquilidad. Abre los labios como flores de mayo, mariposas despiertas, madreperlas exhaustas de lamer el grano de arena. Sueña con las alas de una mariposa negra que te abarcan y te invaden el vientre; ámalas en sueños mientras las moja tu deseo. Aleja la sombra oscura de la eternidad, los fantasmas del miedo, besa los ojos tristes de un príncipe, aprieta sus labios con los tuyos, paséate de su mano por el reino que comparten. Pero no crezcas Alicia, no te lleves tus manos de filigrana, ni te escondas tras la sombra de nadie, ni te lastimes por los pasos que ya diste.
Mayo virginal, frío y lluvioso, mayo te dará otro manojo de palabras, construye una casa para ellas, no sabrás cuándo quieran mudarse de ti.

jueves, 23 de abril de 2009

Cinco capítulos de tu mano derecha

Pulgar
Estas solo como una estrella. A millones de años de una voz cercana. Te quemas, te consumes en una luz que lo ilumina todo menos a ti. Te aferras a ese lápiz como a un salvavidas, aunque sepas que no hay isla donde descansar tu tristeza náufraga.

Índice
“Allí”, señalas. Pones tu índice en el centro de mi alma porque te viste reflejado como en un espejo de agua. “Allí estoy yo hundido” y yo digo que lo estás. Me atraviesas con tu índice y el olvido decantado en el fondo de ese pozo, se levanta en oleadas circulares. Tu mano me señala, tu mano me apunta… está cargada.

Corazón
Con una aguja punta roma, la mujer va bordando sobre su tela de algodón un corazón de hilos de carne que dejan un rastro de sangre sobre su falda.
Tareas dolorosas tiene la vida y sin embargo, el corazón ya late en su regazo, y tú, pequeño como un escarabajo, lo esperas dentro suyo, en su vientre, porque ella sabe que hay mucho silencio y soledad que llenar en ese pecho.

Anular
Te corono príncipe de los andenes, con corona de palabras, de besos silenciosos, de despedidas, de tristezas reventándote los ojos. Te corono príncipe del reino de las mariposas negras, de las calles nocturnas, de las piedras.
Pongo sobre tu frente una corona de flores que empiezan a delirar mutiladas, poso mis labios sobre tus párpados cerrados entregándote el reino de oscuridad que sin corona te tomaste. No necesitas un eslabón dorado, ni piedras preciosas. En tu reino basta que tus ojos se cierren para que la luna se apague.

Meñique
Déjame besar ese pequeño lugar de tu mano. Déjalo pasear por las comisuras de mis labios, deja que lo meta en mi boca, deja que lo envuelva mi lengua de serpiente, deja que lo lama, que lo muerda, que lo deje salir rodando por mi cuello mojando mi escote; deja que se pierda en mi ombligo, deja que descienda, que se hunda, que me encuentre, deja que descanse en mi rodilla, deja que se duerma; deja que me ame sin promesas.



Adriana Carreño

lunes, 13 de abril de 2009

¿Dónde estaba escrito?

Nadie ha podido averiguar que clase de conjuro abre o cierra el alma de un hombre cuando se considera la combinación de pestillos y luces, de curvas metálicas y giros mortales con la que se lanza una mirada para entrar en otra mirada.
Los ojos levantan su lomo y arquean los párpados, casi se siente su ronroneo misterioso y aquel temblor de brillos los hacen luz en la noche para que al final se encuentren y se iluminen solidarios.
Dónde está el secreto que revele qué juego hace falta conocer, qué pregunta responder, qué territorio fundar, para saber que unos ojos tristes y otros más tristes descubrirán que miran el horizonte con la misma nostalgia y que cuando ven hacia el pasado no quisieran dejar en la nieve de su corazón congelado la misma pesada huella que casi extravió su esperanza.
Los ojos se encuentran, simplemente se estrellan como transeúntes afanados con urgencias ilusorias y manos llenas de soledad calcinada. Van caminando por cualquier calle pálida y detectan el color ocre de sus historias y saben que quieren seguir mirándose, pidiéndole a la muerte que los espere en una esquina por unos cuantos siglos, mientras se cruzan sus lágrimas nuevas y recuerdan juntos las antiguas.
Así se conocen, así abren sus almas los hombres. No saben cómo, no tienen idea de qué fuerza los llama a entregar su más antiguo dolor en un instante de colores, pero lo entregan porque no tienen más.
Mientras se miran él y ella, un tren descarrilado les lacera las arterias piel adentro. Sienten su revolución ruidosa, la historia que cada uno ha contado se desgarra palmo a palmo y charquitos de sangre les inundan las pupilas –todo el brillo está contenido en unos ojos sangrantes-.
Basta un eterno segundo para que sepan que mercadearon sus vidas en el cruce de miradas, pero cuando permanecen, no saben, no tienen idea de cuantos ocasos durará el delicioso desastre de morir en ojos de otro y confundir el mundo que miran con el mundo en el que son mirados.

Y yo me pregunto ¿eso dónde estaba escrito?
Aquí conjuro el pasado y queda consignado este deseo…
Que tus ojos tristes descansen muchas noches bajo mis párpados mientras veo como se cierran los míos a tu lado.

miércoles, 1 de abril de 2009

martes, 31 de marzo de 2009

Horóscopo de Alicia para el mes de abril

En este mes de lluvias el frío no calará en sus huesos.
La tibieza de un abrazo será su abrigo permanente, no intente una renuncia: no querrá salir de allí.
Cuídese de las liebres de marzo, de los relojes y las infracciones de tránsito.
Camine con descuido por las rutas del futuro, las vías están en construcción.
Su salud se verá seriamente afectada. Vuelva a sus prácticas de yudo y esgrima y recuerde que aunque “El tabaco es nocivo para la salud”, la soledad lo es más.
Apueste lo que no tiene, ofrezca enseñar lo que no sabe, no se guarde las palabras pues está científicamente comprobado que se enquistan si no se pronuncian.
Dígale su secreto a la piedra o intente un encuentro con los ángeles olvidados. Seguro que los recuerda.
Superará varias trampas del destino, renunciará felizmente a su pasado, la tentarán sus artimañas pero se regocijará de su firmeza. Saldrá bien librado del combate.
Sus sueños premonitorios le confirmarán que la realidad es un sueño, es un buen mes para confundir lo uno con lo otro.
El lugar más anhelado sigue siendo aquel llamado “tu reino”. Requerirá de un buen guía para no extraviarse por sus oscuros caminos. Terquedad, ante todo terquedad.
Lugares por visitar: el país de las maravillas
Virtudes del mes: la perseverancia y el asombro
Palabras prohibidas: las que ya pronunció y de las cuales no se arrepentirá jamás.

martes, 24 de marzo de 2009

Retrato

Allí descansa desnuda la de pasos ciertos y besos calculados.
Mírala con tantos sueños mojados escurriéndole del olvido.
Con un deseo desmedido, desconocido, desafiado, deshecho, decidido.
Palpa el croquis de sus mentiras y los cadáveres que deja tras de sí,
una larga fila de corazones devorados y manos sin huellas, miradas enceguecidas, bocas sin lengua.
Contempla detenidamente el filo de sus dientes, el borde de sus uñas, la red de su pelo:
Pájaros, osos polares, escarabajos y gatos negros, todos regalándole su naturaleza muerta
-quise decir-, asesinada.
Es la insomne del deseo, cuya piel no sacia un apetito caníbal.
Puedes acompañarla si no tienes miedo de su dentellada mortal,
puedes acariciarla; solo no le abras tu pecho,
su platillo predilecto son los corazones frescos.

Continuación

II

Una certeza me abandona,
como las olas que lamen la arena
despidiéndose sin saber
si vuelvan acariciando aquel lugar
donde pusieron su última esperanza

miércoles, 11 de marzo de 2009

Una historia de Manatíes

Mana-tí
Mana-mí
Mana-vous
Mana-moi
Mana-toi

(Extraído de la leyenda cuasi perdida de Manatí Obeso, primo hermano de Candelario Obeso, el poeta costeño)

Este es un esbozo de la verídica e increíble historia de dos criaturas singulares, que no plurales, cuya naturaleza un tanto redonda, les condenaba a llamarse Manatí y Manatoi (léase la terminación en francés tua) Y no era que este último fuera francés, esta historia es muy, pero que muy criolla.
Los dos hacían honor a su nombre. Sus cuerpos generosos impactaban a la vista pues sus carnes desbordaban el contorno natural esperado, como las pesadas figuras de los Manatíes, que con dificultad mueven su existencia.
A pesar de su realidad sobrepesada, Manatí conoció a Manatoi en un congreso sobre insectos y reconoció en aquella figura inconmensurable [1] (importante palabra en el dialecto Manat) a un ejemplar de atractivo porte que de inmediato le hizo palpitar el corazón. Valga aclarar que su corazón no se sentía latir a menudo, pues bajo tantas capas de grasa solidificada, el pobre músculo apenas se escuchaba como un murmullo.
Manatoi, que apenas notaba la presencia de un ejemplar similar a sí mismo, no se percató de la atención que provocaba en la fémina abundante e ignoró por completo su presencia.
¿Cómo llamar su atención haciendo el menor esfuerzo? Esta era una pregunta natural para Manatí, una criatura que a duras penas podía moverse y que requería de toda su reserva calórica para incubar tan siquiera una idea.
Manatí maquinó durante horas, y débil ya de aquel esfuerzo, decidió prepararle una comida, suponiendo que su apetito voraz era el talón de Aquiles (pues también los Manatíes han leído sobre los griegos) que permitiría amasarlo entre sus cortas manos de Manatí para compartir juntos la felicidad de ser los más grandiosos seres sobre la tierra de Mat.
La propuesta se hizo al fin. Manatí preparó pescado crudo del Amazonas e invitó al extraño a acompañarla a la mesa. Manatoi, la notó finalmente y al parecer le gustó su abundancia.
Sus curvas densas y profundas daban cuenta de una vida sedentaria altamente envidiable y los rollos firmes de su vientre lo invitaban a recostarse plácidamente para conciliar el sueño. Aunque Manatoi no durmiera mucho encontraría en el suave colchón que le ofrecía la mullida pierna de su amiga, un lugar más que paradisiaco para poner en reposo sus huesos debilitados de cargar semejante peso diariamente.
Aquella noche, en el oscuro lecho de ella, sus presencias espesas se entreveraron haciéndose los dos una misma-sola-masa-densa y contundente. Su apetito, el generado naturalmente por la necesidad fisiológica del alimento y aquel que se despierta entre los seres que tienen en común más de una cosa, se vio satisfecho (creía ella) a tal punto que Manatoi no imaginó cómo sería posible descansar fuera de aquel territorio abullonado y deliciosamente obeso (más por ella que por él) que había descubierto.
Cuenta la historia recuperada de las tablillas sagradas de la gordilocuencia que este par de especímenes vivieron un sinnúmero de aventuras gastronómicas, pasearon exhibiendo su mórbida grandeza y fundaron territorios donde la estética predominante obligaba a todos los habitantes a mantener un peso obscenamente descontrolado. Su legado aún vigente, mantiene en régimen de excesos a todos aquellos que un día pensaron que Penélope Cruz o Eva Méndez eran modelos de belleza ideales.
En sus tiempos libres ella promociona malteadas para subir rápidamente de peso en un espacio pagado de Televentas y hace campañas con Herbalife portando un botón en su chaqueta que dice: PREGÚNTEME CÓMO SUBIR DE PESO
Él asesora varios programas de People + arts y Discovery Home and Health en los que dos equipos se baten en competencia por subir la mayor cantidad de libras en cuatro semanas.
Los dos están pensando seriamente en montar un centro médico estético para ayudar a los que sufren del mal del raquitismo a abandonar aquel estado indigno o en últimas, y si el negocio de la salud depende demasiado de las EPS, consideran la posibilidad de montar una escuela de cocina especializada en alimentos con alto contenido en grasas saturadas.
Cómo el destino es tan impredecible, aún para los Manatíes, dejan que la vida les proponga y la pasan muy tranquilos trabajando de incognitos en un proyecto de reintegración social en el que se encuentran muy a gusto.
Esperan algún día escribir a cuatro manos un tratado que pretenden llamar “Quiérete un poquito” en donde profundizarán los conceptos de su teoría de la abundancia, destinado a los obsesionados espectros de la delgadez, para hacer del mundo un lugar de camas King size, puertas de dos metros de ancho y tallas xxx.
Larga vida para estos mamíferos ejemplares…
[1] Difícilmente abarcable en un abrazo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Domingo

Una certeza se abalanza sobre mi, inevitable,
la certeza de que tus ojos me habitan.
Y me basta con soñarlos,
aún cuando al despertar
no encuentre su mirada clandestina

Marzo 2009

jueves, 5 de marzo de 2009

Otra versión libre de Caperucita

Caperucita no gustaba de la historia centenaria en la cual el lobo la devoraba y un valiente cazador la rescataba de su panza. Caperucita no quería ser rescatada por ningún cazador. Caperucita no quería ser rescatada por nadie.
Pensó que las historias habían equivocado la versión que a ella más le gustaba, la verdadera. La que dice así:

Una tarde caperucita estaba sola en su casa y quiso salir a dar una vuelta por la ciudad, aprovechando que su abuelita estaba en el gimnasio y luego iría a tomar unos aguardientes con sus amigas.
Pensó que era una excelente idea invitar al lobo,
-Ese tipo si que era buen conversador- recordó.
Tuvo que admitir que además de aquello, se sentía emocionada de ver sus ojos bonitos y tranquilos mirarla seriamente, y un escalofrío le recorrió la espalda de solo pensar en sus labios suaves de color intenso que se abrían para decirle palabras sobre mil cosas.
-El lobo, definitivamente quiero ver a lobo-.
La certeza la sorprendió un poco, pues el prejuicio que pesaba en la tradición literaria sobre amistades entre caperucitas y lobos, no siempre la dejaba actual con libertad.

Caperucita le envió un mensaje de texto, sin dejar de sentir el cosquilleo justo detrás del cuello, donde la caperuza se amarraba en un nudito pequeño.
Esperó un buen rato la respuesta y alcanzó a resignarse a tomar su gabardina roja y salir de casa a dar un paseo nocturno, como suele hacer, cuando el lobo le respondió.
Los dos, creería caperucita, un poco expectantes (ella nerviosa), se encontraron al cabo de un rato y se sentaron a tomar una cerveza en el bosque (en el barrio El Bosque) y comieron algunos pastelillos que cargaba ella en su mochila y que su abuelita había comprado en Carrefour.
Hablaron y hablaron la noche entera. Aprovecharon para ofrecer una disculpa por aquel malentendido sobre el traje de abuela y las piedras en la barriga. El lobo admitió que le encantaban los disfraces, que era aficionado a los pasteles, que el cazador le caía muy gordo y que caperucita le parecía encantadora.
Ella por su parte admitió que no tenía lío con el episodio de su abuela (al fin y al cabo la señora ya estaba bastante grande para cuidarse sola), que el cazador no era su tipo, que comer piedras le causaba pesadez y que él, el lobo, le parecía también encantador. De hecho le confesó que lo había soñado ya varias noches y que le encantaba sentir su barba medio rubia rozándole la mejilla cuando se saludaban. El lobo se sonrojó.
Él, que al contrario de lo que la imaginería popular se ha encargado de decir, es un tipo dulce y caballero, ofreció acompañar a Caperucita a su casa… y ella, que confirmaba que su compañero de cañas le había alegrado la noche, le dijo que sí.
-Pero qué manos más suaves tienes- Dijo Caperucita mientras lo tomaba para cruzar una calle. -Son para tocarte mejor-, dijo él.
-Pero que ojos más serenos tienes- volvió a decir la niña, mientras su mirada se cruzaba con la de él en un instante muy breve. –Son para mirarte mejor- repondió.
-Pero que risa más contagiosa tienes-. Y él sonrió.
-Pero cuánto me gusta como hueles-… Él pensó que caperucita se estaba poniendo muy melosa y que hablar del olor de alguien era toda una rareza.
Aún así el lobo acompañó a Caperucita a su casa y veló sus sueños. Bueno, en realidad se quedó profundo mientras caperucita se soñaba con él.

Esa es la historia que le gusta a caperucita recordar. Dicen los narradores de los clásicos que caperucita no quiso contar más detalles sobre lo que pasó después.
Al parecer al lobo le dejó de parecer extraño lo que decía Caperucita y la invitó a conocer su casa.
Se siguen escribiendo correos electrónicos, a veces mensajes de texto y ella espera siempre con mucha impaciencia verlo nuevamente.
Él lobito, entendiendo que la niña es impaciente, atina a decir, quizás… quizás… quizás.

sábado, 28 de febrero de 2009

Ángeles olvidados



I
Los ángeles olvidados arrastran las alas y a su paso van cavando fosas donde los ángeles que los siguen, sepultan lo último que les queda de esperanza.
Son grandes como el eco que nace entre las grietas de su olvido y se duermen escuchando repetir su propio-hondo-lamento de inmortalidad impuesta.
No sienten más que pena por su condición pasajera en la memoria y se esconden en la tinta para que alguien, de manera azarosa, hable de ellos o los retrate.
Pero a pesar de su naturaleza oscura, de su eterno presente triste, continúan siendo ángeles y alivian su melancolía cuando visitan en las noches a la tierra que los desconoce, arrullando a los insomnes para que los piensen en medio de sus horas sin sueños. Allí a veces alguien los nombra.

II
Quien todo lo ve sintió en una ocasión el presentimiento de su olvido. Entre sueños el espectro de un ángel le rozó la mirada y Él sintió una ausencia milenaria pesándole en los párpados. Los ángeles olvidados quisieron recordarle su existencia y juntaron sus alas y las batieron hasta despedazarlas convertidas en polvo (como hacen las polillas que se suicidan contra las ventanas), pero él no recordó.
Desde entonces algunos ángeles olvidados se arrastran por la tierra y son imperceptibles. Todavía lo son para aquel que todo lo ve.

III
Llora ángel olvidado. Has que tus lágrimas perforen la tierra y la traspasen, al otro lado está el color.

IV
Los ángeles olvidados viven en dos lugares que saben de memoria. Algunos prefieren habitar el infinito y lo han recorrido tantas veces que no les hace falta tener los ojos abiertos para reconocerlo. Otros Han trazado sus rutas de ida y vuelta y pueden caminar a oscuras sin tropezar por la eternidad. No se resignan a permanecer allí, por eso buscan un resquicio por donde ver la tierra de los mortales. Se ríen de nosotros, hasta compasión nos tienen, y piensan que cuando decimos olvido, no sabemos de qué hablamos.

V
Cada vez que lo nombras el ángel existe. La paradoja está en recordarlo.


Oración al ángel olvidado

Ángel olvidado duerme conmigo, abrázame con ese olvido pesado que arrastras y déjame cubrirte con el mío.

martes, 24 de febrero de 2009

Unos cuantos de antes



I
La noche maúlla
sobre el tejado.

Se puede sentir
su negro pelaje.

II



El viento ya no sopla ;
se detiene a leer las letras impresas
sobre el lomo de la mariposa.



DESEO

Me hormiguea en el cuerpo
con intermitencia
una sangre que no me pertenece.


Febrero de 1998

lunes, 23 de febrero de 2009

Horoscopo de Alicia



Lo inesperado lo espera, no llegue tarde a esa cita. Confirme con anticipación hora y lugar.
En cuanto a la salud sufrirá dolencias de garganta por aclarar con frecuencia la voz. Acostúmbrese y tome sauco en infusión.
Las estrellas marcan el camino certero hacia el vértigo, cierre los ojos y déjese caer. No espere un fuerte golpe, pero tampoco deje de esperarlo.
El animal de su suerte “El conejo”
El alimento revitalizante que puede ofrecer: las lentejas
El superhéroe que lo sacará de apuros: Batman
El lugar más anhelado: “Mi reino”
Lugares por visitar: su casa, mi casa
Objeto del deseo: los espejos
A cuidarse de: el miedo
Virtud de la semana: la paciencia

lunes, 16 de febrero de 2009

Una mariposa solitaria vuela dentro de mi boca.
Extiende sus alas polvorientas y se desase en sacudidas
Suicidándose entre mis dientes.

Habla por mi.
Le repite a todos cuánto los quiere
Y les lanza besos de colores vivos, fríos como cadáveres

En la oscuridad reza con sus patitas finas ancladas a mi lengua
Y suplica la soledad y el silencio
Yo rezo porque quisiera ser ella
y cada noche escapar de mi.


Noviembre de 2008
Adriana Carreño

domingo, 15 de febrero de 2009

Celebración

Solo una voz suspendida en el aire
Como una sábana blanca que ondea en el patio
Como una hoja que eleva su historia, ya seca
Solo eso queda
Una suerte de palabras deshaciéndose como el humo
Dejándose morir frente a mis ojos.

Asisto al funeral del silencio
Y celebro su belleza
Me dejo morir un poco a su lado.

Febrero de 2009
Adriana Carreño

Nueve A.M.

Destendió una a una las mantas de su cama hasta llegar a la sábana de algodón suave. Pasó las manos por la superficie del lecho alisando las arrugas que permanecían marcando el mapa de los contornos de su cuerpo, que un rato antes reposaba allí.
Levantó al aire cada manta e hizo la cama ocupándose de todas las imperfecciones, de cada doblez, de cada pequeño montículo que rompiera con la lisura del tendido. Puso un par de almohadas rematando su labor y se sentó unos minutos al borde del lecho con la mirada fija en las tabletas de madera del piso.
Se levantó y caminó hacia el armario, un mueble antiguo de dimensiones excesivas para la pequeña habitación. Repasó los vestidos colgados y clasificados por colores. Del negro a los estampados con flores en fondos blanco, gris y verde. Eligió una bata violeta de tela translucida. Uno de sus vestidos favoritos, también de él.
Buscó entre sus zapatos unos de taco alto y se midió varios pares. Sus pies diminutos y blancos se perdían en zapatillas y escarpines que había comprado una o dos tallas más grandes, solo por el placer de tenerlos en su armario y mirarlos. Los pies le resultaban especialmente atractivos y todos sus accesorios se convertían en artículos deseados, asociados a su fetiche. Sus propios pies eran hermosos y con frecuencia los contemplaba para auto complacerse.
Puso sobre la cama el vestido elegido y a los pies los zapatos, esta vez usaría unas sandalias negras con tiras que se amarraban a los costados. Le encantaban los detalles de la tela que recubría la base y la manera en que estilizaban sus pies y hacían ver sus piernas, no muy largas pero sí fuertes. Se dirigió a la mesa de tocador, otro mueble más grande de lo que la habitación admitía. Sobre la mesa una barra de brillo para los labios, varias brochas y frascos de distintos tamaños y colores que contenían todo tipo de maquillaje.
Ella prefería que sus ojos se vieran más que sus labios, él lo contrario. Se puso el color más intenso que tenía delineando su boca, paso la barra de labial rojo sangre y besó el envés de su mano para quitarse un poco el exceso. Sumergió la brocha más grande en un tarro de polvos y los esparció por su piel mientras se miraba en el espejo completamente abstraída en su labor. Su rostro palidecía a cada pase de la brocha y sus labios resaltaban haciéndola ver como una geisha, como un espectro que espera sellar su encuentro con un beso rojo, un beso que queda fijado en el tejido de la camisa blanca, de la conciencia blanca.
Soltó el gancho que sostenía su pelo rizado y cayó sobre sus hombros soltándose en bucles que le rozaban el cuello y la espalda. Él amaba la forma en que sus mechones castaños se movían cuando la agitaba, amaba entrever a través de los mechones dispersos las pecas de sus hombros. Ella prefería alisar su pelo y sentir que el largo se extendía sobre la base de sus nalgas haciéndole cosquillas, mientras movía la cabeza en balanceos de un lado al otro.
Bucles castaños, rizos desordenados. Si el sudor retornaba a la forma natural su pelo alisado, entonces qué más daba. Su pelo sobre la almohada, como fuera, sus hebras, cortinas del rostro, el telón cerrado, un lugar de donde asirse. Él soñaba con tomarla fuerte del pelo mientras que sus labios dejaban su rastro rojo sangre sobre la almohada de algodón. Ella dormía desnuda abrazando la almohada rojo sangre y soñaba con él.
Tomó de uno de los cajones del mueble un par de zarcillos, ella les decía así. A él le parecía una palabra anticuada y nunca la usaba. Un par de perlas rosadas que desaparecían entre su pelo y a cualquier momento con sus movimientos, brillaban con luz tenue. Un anillo de perlas le hacia juego. Ella recordó que siempre tenía que quitárselo pues la perla se enredaba entre las sábanas, en su pelo y en el de él. A él no le gustaba el anillo, ella solo lo usaba cuando no lo iba a ver, ahora una línea de piel más blanca le rodeaba la base del índice.
Abrió un diminuto frasco de figura graciosa. Puso en su dedo, el mismo, un poco del liquido que salió al voltearlo. Un aceite denso y amarillo se escurrió del frasquito y ella se lo puso tras las orejas. Volvió a tomar otro poco y esta vez llevó sus dedos al pecho, entre el escote de su ropa interior. Esparció lo que quedaba en las muñecas y las acercó a su nariz para sentirlo. Permaneció allí un segundo. A él aquel olor le recordaba el día que durmieron juntos, sin tocarse, uno al lado del otro, anhelándose. A ella ese olor le recordaba el día que durmieron juntos y se tocaron, uno dentro del otro, teniéndose.
Vio su figura en el espejo. Esta vez tenía una imagen de su cuerpo completo reflejándose. Dio media vuelta para asegurarse que su pelo caía sobre la espalda de la manera justa que le gustaba a él y que sus nalgas se veían bellas en aquella pequeña prenda de encaje negro. Él pensaba en hacer a un lado la diminuta tanga. Ella no sabía de qué manera él supo que le encantaba permanecer con la ropa interior puesta mientras la penetraba.
Volvió a estar frente a su imagen y repasó con las manos cada parte de su cuerpo. Quería asegurarse de la suavidad de su piel. Siempre quiso tener una piel más lisa, más uniforme, más morena. Nunca se lo preguntó a él. Piel suave como el pelaje de un gato, negra como el pelaje de un gato, solitaria, clandestina, tibia, nocturna como el pelaje de un gato.
Se acercó a la cama y tomó el vestido. Su piel se erizó con el contacto de la tela y lo dejó caer con su peso deslizándose por el cuerpo. Alisó con sus manos las pequeñas arrugas que aún se mantenían en la superficie y acomodó su pelo nuevamente despeinándose un poco y enredándose los mechones de atrás. Él le dijo un día que aquel gesto de enredarse el pelo, del cual ella no era muy consciente, le encantaba. Ella fue consciente de ese gesto desde entonces y lo hacía en ciertos momentos para atrapar su mirada. Recordó aquello y se asomó al espejo solo para ver si el movimiento no había cambiado y su encanto permanecía.
Caminó hacia la cama y se sentó al borde, justo donde reposaban las sandalias. Las tomó en las manos y las contempló por varios minutos. Levantó su pié izquierdo y antes de meterlo en el zapato lo acarició llegando a un estremecimiento que no la tomó por sorpresa. Lo metió lentamente y observó como el color de la piel cambiaba al contacto con sus manos. Él le pedía con frecuencia que usara sus pies para acariciarle el pecho y la cara, le pedía que lo masturbara con esos pies pequeños, delgados, torpes, nerviosos. Ella amaba sentir cómo se mojaban con su líquido viscoso y blanquecino.
Terminó de poner su otra sandalia y se levantó segura de que no había detalle en el que no se hubiera detenido lo suficiente. Miró su reloj de pared, eran las 9 de la mañana pero por las pesadas cortinas no pasaba más que un hilo de luz que iluminaba su cuerpo erguido, dispuesto. Afuera los autos hacían retumbar el aire con su estrepitosa marcha, se oían las voces entremezcladas de los vendedores ambulantes y los hombres y mujeres que transitaban apurados.
Mientras repasaba su detenido ritual pensó que no le importaba esperar, ella misma no era muy puntual.
A su cabeza se asomó la idea de repasar las tantas tantas cosas que no había sido en la vida: nunca fue una buena conversadora, ni resignada, ni fácil de convencer, tampoco hogareña; nunca quiso hijos, ni soportó el fracaso.
Ella no supo cuándo dejar de esperar.
Eran las 9 A.M. y ninguno, cualquiera de todos ellos, llegaría jamás.

Enero de 2009
Adriana Carreño