martes, 31 de marzo de 2009

Horóscopo de Alicia para el mes de abril

En este mes de lluvias el frío no calará en sus huesos.
La tibieza de un abrazo será su abrigo permanente, no intente una renuncia: no querrá salir de allí.
Cuídese de las liebres de marzo, de los relojes y las infracciones de tránsito.
Camine con descuido por las rutas del futuro, las vías están en construcción.
Su salud se verá seriamente afectada. Vuelva a sus prácticas de yudo y esgrima y recuerde que aunque “El tabaco es nocivo para la salud”, la soledad lo es más.
Apueste lo que no tiene, ofrezca enseñar lo que no sabe, no se guarde las palabras pues está científicamente comprobado que se enquistan si no se pronuncian.
Dígale su secreto a la piedra o intente un encuentro con los ángeles olvidados. Seguro que los recuerda.
Superará varias trampas del destino, renunciará felizmente a su pasado, la tentarán sus artimañas pero se regocijará de su firmeza. Saldrá bien librado del combate.
Sus sueños premonitorios le confirmarán que la realidad es un sueño, es un buen mes para confundir lo uno con lo otro.
El lugar más anhelado sigue siendo aquel llamado “tu reino”. Requerirá de un buen guía para no extraviarse por sus oscuros caminos. Terquedad, ante todo terquedad.
Lugares por visitar: el país de las maravillas
Virtudes del mes: la perseverancia y el asombro
Palabras prohibidas: las que ya pronunció y de las cuales no se arrepentirá jamás.

martes, 24 de marzo de 2009

Retrato

Allí descansa desnuda la de pasos ciertos y besos calculados.
Mírala con tantos sueños mojados escurriéndole del olvido.
Con un deseo desmedido, desconocido, desafiado, deshecho, decidido.
Palpa el croquis de sus mentiras y los cadáveres que deja tras de sí,
una larga fila de corazones devorados y manos sin huellas, miradas enceguecidas, bocas sin lengua.
Contempla detenidamente el filo de sus dientes, el borde de sus uñas, la red de su pelo:
Pájaros, osos polares, escarabajos y gatos negros, todos regalándole su naturaleza muerta
-quise decir-, asesinada.
Es la insomne del deseo, cuya piel no sacia un apetito caníbal.
Puedes acompañarla si no tienes miedo de su dentellada mortal,
puedes acariciarla; solo no le abras tu pecho,
su platillo predilecto son los corazones frescos.

Continuación

II

Una certeza me abandona,
como las olas que lamen la arena
despidiéndose sin saber
si vuelvan acariciando aquel lugar
donde pusieron su última esperanza

miércoles, 11 de marzo de 2009

Una historia de Manatíes

Mana-tí
Mana-mí
Mana-vous
Mana-moi
Mana-toi

(Extraído de la leyenda cuasi perdida de Manatí Obeso, primo hermano de Candelario Obeso, el poeta costeño)

Este es un esbozo de la verídica e increíble historia de dos criaturas singulares, que no plurales, cuya naturaleza un tanto redonda, les condenaba a llamarse Manatí y Manatoi (léase la terminación en francés tua) Y no era que este último fuera francés, esta historia es muy, pero que muy criolla.
Los dos hacían honor a su nombre. Sus cuerpos generosos impactaban a la vista pues sus carnes desbordaban el contorno natural esperado, como las pesadas figuras de los Manatíes, que con dificultad mueven su existencia.
A pesar de su realidad sobrepesada, Manatí conoció a Manatoi en un congreso sobre insectos y reconoció en aquella figura inconmensurable [1] (importante palabra en el dialecto Manat) a un ejemplar de atractivo porte que de inmediato le hizo palpitar el corazón. Valga aclarar que su corazón no se sentía latir a menudo, pues bajo tantas capas de grasa solidificada, el pobre músculo apenas se escuchaba como un murmullo.
Manatoi, que apenas notaba la presencia de un ejemplar similar a sí mismo, no se percató de la atención que provocaba en la fémina abundante e ignoró por completo su presencia.
¿Cómo llamar su atención haciendo el menor esfuerzo? Esta era una pregunta natural para Manatí, una criatura que a duras penas podía moverse y que requería de toda su reserva calórica para incubar tan siquiera una idea.
Manatí maquinó durante horas, y débil ya de aquel esfuerzo, decidió prepararle una comida, suponiendo que su apetito voraz era el talón de Aquiles (pues también los Manatíes han leído sobre los griegos) que permitiría amasarlo entre sus cortas manos de Manatí para compartir juntos la felicidad de ser los más grandiosos seres sobre la tierra de Mat.
La propuesta se hizo al fin. Manatí preparó pescado crudo del Amazonas e invitó al extraño a acompañarla a la mesa. Manatoi, la notó finalmente y al parecer le gustó su abundancia.
Sus curvas densas y profundas daban cuenta de una vida sedentaria altamente envidiable y los rollos firmes de su vientre lo invitaban a recostarse plácidamente para conciliar el sueño. Aunque Manatoi no durmiera mucho encontraría en el suave colchón que le ofrecía la mullida pierna de su amiga, un lugar más que paradisiaco para poner en reposo sus huesos debilitados de cargar semejante peso diariamente.
Aquella noche, en el oscuro lecho de ella, sus presencias espesas se entreveraron haciéndose los dos una misma-sola-masa-densa y contundente. Su apetito, el generado naturalmente por la necesidad fisiológica del alimento y aquel que se despierta entre los seres que tienen en común más de una cosa, se vio satisfecho (creía ella) a tal punto que Manatoi no imaginó cómo sería posible descansar fuera de aquel territorio abullonado y deliciosamente obeso (más por ella que por él) que había descubierto.
Cuenta la historia recuperada de las tablillas sagradas de la gordilocuencia que este par de especímenes vivieron un sinnúmero de aventuras gastronómicas, pasearon exhibiendo su mórbida grandeza y fundaron territorios donde la estética predominante obligaba a todos los habitantes a mantener un peso obscenamente descontrolado. Su legado aún vigente, mantiene en régimen de excesos a todos aquellos que un día pensaron que Penélope Cruz o Eva Méndez eran modelos de belleza ideales.
En sus tiempos libres ella promociona malteadas para subir rápidamente de peso en un espacio pagado de Televentas y hace campañas con Herbalife portando un botón en su chaqueta que dice: PREGÚNTEME CÓMO SUBIR DE PESO
Él asesora varios programas de People + arts y Discovery Home and Health en los que dos equipos se baten en competencia por subir la mayor cantidad de libras en cuatro semanas.
Los dos están pensando seriamente en montar un centro médico estético para ayudar a los que sufren del mal del raquitismo a abandonar aquel estado indigno o en últimas, y si el negocio de la salud depende demasiado de las EPS, consideran la posibilidad de montar una escuela de cocina especializada en alimentos con alto contenido en grasas saturadas.
Cómo el destino es tan impredecible, aún para los Manatíes, dejan que la vida les proponga y la pasan muy tranquilos trabajando de incognitos en un proyecto de reintegración social en el que se encuentran muy a gusto.
Esperan algún día escribir a cuatro manos un tratado que pretenden llamar “Quiérete un poquito” en donde profundizarán los conceptos de su teoría de la abundancia, destinado a los obsesionados espectros de la delgadez, para hacer del mundo un lugar de camas King size, puertas de dos metros de ancho y tallas xxx.
Larga vida para estos mamíferos ejemplares…
[1] Difícilmente abarcable en un abrazo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Domingo

Una certeza se abalanza sobre mi, inevitable,
la certeza de que tus ojos me habitan.
Y me basta con soñarlos,
aún cuando al despertar
no encuentre su mirada clandestina

Marzo 2009

jueves, 5 de marzo de 2009

Otra versión libre de Caperucita

Caperucita no gustaba de la historia centenaria en la cual el lobo la devoraba y un valiente cazador la rescataba de su panza. Caperucita no quería ser rescatada por ningún cazador. Caperucita no quería ser rescatada por nadie.
Pensó que las historias habían equivocado la versión que a ella más le gustaba, la verdadera. La que dice así:

Una tarde caperucita estaba sola en su casa y quiso salir a dar una vuelta por la ciudad, aprovechando que su abuelita estaba en el gimnasio y luego iría a tomar unos aguardientes con sus amigas.
Pensó que era una excelente idea invitar al lobo,
-Ese tipo si que era buen conversador- recordó.
Tuvo que admitir que además de aquello, se sentía emocionada de ver sus ojos bonitos y tranquilos mirarla seriamente, y un escalofrío le recorrió la espalda de solo pensar en sus labios suaves de color intenso que se abrían para decirle palabras sobre mil cosas.
-El lobo, definitivamente quiero ver a lobo-.
La certeza la sorprendió un poco, pues el prejuicio que pesaba en la tradición literaria sobre amistades entre caperucitas y lobos, no siempre la dejaba actual con libertad.

Caperucita le envió un mensaje de texto, sin dejar de sentir el cosquilleo justo detrás del cuello, donde la caperuza se amarraba en un nudito pequeño.
Esperó un buen rato la respuesta y alcanzó a resignarse a tomar su gabardina roja y salir de casa a dar un paseo nocturno, como suele hacer, cuando el lobo le respondió.
Los dos, creería caperucita, un poco expectantes (ella nerviosa), se encontraron al cabo de un rato y se sentaron a tomar una cerveza en el bosque (en el barrio El Bosque) y comieron algunos pastelillos que cargaba ella en su mochila y que su abuelita había comprado en Carrefour.
Hablaron y hablaron la noche entera. Aprovecharon para ofrecer una disculpa por aquel malentendido sobre el traje de abuela y las piedras en la barriga. El lobo admitió que le encantaban los disfraces, que era aficionado a los pasteles, que el cazador le caía muy gordo y que caperucita le parecía encantadora.
Ella por su parte admitió que no tenía lío con el episodio de su abuela (al fin y al cabo la señora ya estaba bastante grande para cuidarse sola), que el cazador no era su tipo, que comer piedras le causaba pesadez y que él, el lobo, le parecía también encantador. De hecho le confesó que lo había soñado ya varias noches y que le encantaba sentir su barba medio rubia rozándole la mejilla cuando se saludaban. El lobo se sonrojó.
Él, que al contrario de lo que la imaginería popular se ha encargado de decir, es un tipo dulce y caballero, ofreció acompañar a Caperucita a su casa… y ella, que confirmaba que su compañero de cañas le había alegrado la noche, le dijo que sí.
-Pero qué manos más suaves tienes- Dijo Caperucita mientras lo tomaba para cruzar una calle. -Son para tocarte mejor-, dijo él.
-Pero que ojos más serenos tienes- volvió a decir la niña, mientras su mirada se cruzaba con la de él en un instante muy breve. –Son para mirarte mejor- repondió.
-Pero que risa más contagiosa tienes-. Y él sonrió.
-Pero cuánto me gusta como hueles-… Él pensó que caperucita se estaba poniendo muy melosa y que hablar del olor de alguien era toda una rareza.
Aún así el lobo acompañó a Caperucita a su casa y veló sus sueños. Bueno, en realidad se quedó profundo mientras caperucita se soñaba con él.

Esa es la historia que le gusta a caperucita recordar. Dicen los narradores de los clásicos que caperucita no quiso contar más detalles sobre lo que pasó después.
Al parecer al lobo le dejó de parecer extraño lo que decía Caperucita y la invitó a conocer su casa.
Se siguen escribiendo correos electrónicos, a veces mensajes de texto y ella espera siempre con mucha impaciencia verlo nuevamente.
Él lobito, entendiendo que la niña es impaciente, atina a decir, quizás… quizás… quizás.