miércoles, 11 de marzo de 2009

Una historia de Manatíes

Mana-tí
Mana-mí
Mana-vous
Mana-moi
Mana-toi

(Extraído de la leyenda cuasi perdida de Manatí Obeso, primo hermano de Candelario Obeso, el poeta costeño)

Este es un esbozo de la verídica e increíble historia de dos criaturas singulares, que no plurales, cuya naturaleza un tanto redonda, les condenaba a llamarse Manatí y Manatoi (léase la terminación en francés tua) Y no era que este último fuera francés, esta historia es muy, pero que muy criolla.
Los dos hacían honor a su nombre. Sus cuerpos generosos impactaban a la vista pues sus carnes desbordaban el contorno natural esperado, como las pesadas figuras de los Manatíes, que con dificultad mueven su existencia.
A pesar de su realidad sobrepesada, Manatí conoció a Manatoi en un congreso sobre insectos y reconoció en aquella figura inconmensurable [1] (importante palabra en el dialecto Manat) a un ejemplar de atractivo porte que de inmediato le hizo palpitar el corazón. Valga aclarar que su corazón no se sentía latir a menudo, pues bajo tantas capas de grasa solidificada, el pobre músculo apenas se escuchaba como un murmullo.
Manatoi, que apenas notaba la presencia de un ejemplar similar a sí mismo, no se percató de la atención que provocaba en la fémina abundante e ignoró por completo su presencia.
¿Cómo llamar su atención haciendo el menor esfuerzo? Esta era una pregunta natural para Manatí, una criatura que a duras penas podía moverse y que requería de toda su reserva calórica para incubar tan siquiera una idea.
Manatí maquinó durante horas, y débil ya de aquel esfuerzo, decidió prepararle una comida, suponiendo que su apetito voraz era el talón de Aquiles (pues también los Manatíes han leído sobre los griegos) que permitiría amasarlo entre sus cortas manos de Manatí para compartir juntos la felicidad de ser los más grandiosos seres sobre la tierra de Mat.
La propuesta se hizo al fin. Manatí preparó pescado crudo del Amazonas e invitó al extraño a acompañarla a la mesa. Manatoi, la notó finalmente y al parecer le gustó su abundancia.
Sus curvas densas y profundas daban cuenta de una vida sedentaria altamente envidiable y los rollos firmes de su vientre lo invitaban a recostarse plácidamente para conciliar el sueño. Aunque Manatoi no durmiera mucho encontraría en el suave colchón que le ofrecía la mullida pierna de su amiga, un lugar más que paradisiaco para poner en reposo sus huesos debilitados de cargar semejante peso diariamente.
Aquella noche, en el oscuro lecho de ella, sus presencias espesas se entreveraron haciéndose los dos una misma-sola-masa-densa y contundente. Su apetito, el generado naturalmente por la necesidad fisiológica del alimento y aquel que se despierta entre los seres que tienen en común más de una cosa, se vio satisfecho (creía ella) a tal punto que Manatoi no imaginó cómo sería posible descansar fuera de aquel territorio abullonado y deliciosamente obeso (más por ella que por él) que había descubierto.
Cuenta la historia recuperada de las tablillas sagradas de la gordilocuencia que este par de especímenes vivieron un sinnúmero de aventuras gastronómicas, pasearon exhibiendo su mórbida grandeza y fundaron territorios donde la estética predominante obligaba a todos los habitantes a mantener un peso obscenamente descontrolado. Su legado aún vigente, mantiene en régimen de excesos a todos aquellos que un día pensaron que Penélope Cruz o Eva Méndez eran modelos de belleza ideales.
En sus tiempos libres ella promociona malteadas para subir rápidamente de peso en un espacio pagado de Televentas y hace campañas con Herbalife portando un botón en su chaqueta que dice: PREGÚNTEME CÓMO SUBIR DE PESO
Él asesora varios programas de People + arts y Discovery Home and Health en los que dos equipos se baten en competencia por subir la mayor cantidad de libras en cuatro semanas.
Los dos están pensando seriamente en montar un centro médico estético para ayudar a los que sufren del mal del raquitismo a abandonar aquel estado indigno o en últimas, y si el negocio de la salud depende demasiado de las EPS, consideran la posibilidad de montar una escuela de cocina especializada en alimentos con alto contenido en grasas saturadas.
Cómo el destino es tan impredecible, aún para los Manatíes, dejan que la vida les proponga y la pasan muy tranquilos trabajando de incognitos en un proyecto de reintegración social en el que se encuentran muy a gusto.
Esperan algún día escribir a cuatro manos un tratado que pretenden llamar “Quiérete un poquito” en donde profundizarán los conceptos de su teoría de la abundancia, destinado a los obsesionados espectros de la delgadez, para hacer del mundo un lugar de camas King size, puertas de dos metros de ancho y tallas xxx.
Larga vida para estos mamíferos ejemplares…
[1] Difícilmente abarcable en un abrazo.

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